Nuestro cuerpo utiliza diferentes señales para comunicarnos algún desequilibrio al que debemos prestarle atención. Por ejemplo: cuando tenemos hambre nuestro cuerpo envía señales fisiológicas que nos indican la necesidad de reponer energía a través de alimentos. Igual ocurre con otras: el sueño, la sed, la micción, etc.
Las emociones son una señal necesaria para nuestra supervivencia ¿Las reconoces en tu día a día?
A lo largo de nuestra vida no tenemos ninguna asignatura que nos oriente en este sentido. De hecho, en ocasiones creemos que debemos “ir en contra” de aquellas que consideramos “malas”. Por ejemplo, cuando somos pequeños nos dicen que no debemos enfadarnos o, quizás, que no debemos llorar. Es posible que las interioricemos como algo prohibido. Pero ¿es esto correcto?
Las emociones nos aportan información valiosa. Conocerlas en profundidad mejora nuestra inteligencia emocional, propicia mejores relaciones con nuestro entorno y con nosotros mismos.
Desde que nacemos empezamos a exteriorizarlas. Un bebé es capaz de comunicar su bienestar (riendo) o malestar (llorando), pero no controla sus emociones por sí mismo. Por eso, sus padres lo ayudan a sentirse mejor. Con los años somos más independientes y capaces de autorregularnos a través de las normas sociales. Sin embargo, en ocasiones nos cuesta identificar nuestras emociones ya que actuamos con el “piloto automático” activado.
La película Del Revés refleja la singularidad de todas las emociones. No son buenas ni malas. Todas, en su esencia, colaboran en diferentes momentos y son irremplazables. Reconocer tus emociones es más fácil cuando eres consciente de ellas y lo practicas con regularidad. Trabajar en comprenderte a ti mismo es esencial para tu desarrollo personal.
Mencionaremos las principales emociones:
ALEGRÍA. Aumenta la actividad cerebral encargada de frenar sentimientos que nos alertan de peligros. Aleja las preocupaciones y produce una sensación de tranquilidad, permitiendo recuperarnos de emociones perturbadoras. Diversas investigaciones demuestran una mejora en nuestra salud cardiovascular. Varios estudios demuestran los beneficios de la risa alegre.
TRISTEZA. Nuestra energía disminuye para ahorrar recursos y protegernos de estímulos desagradables. La persona se aísla para pensar en sus propios sentimientos y pensamientos. Nos motiva a reflexionar en las posibles consecuencias de perder algo y nos ayuda a planear el futuro. Nos ayuda a conectar con otras personas, buscar apoyo social y crear conexiones más fuertes.
MIEDO. Nos prepara para luchar o huir de un peligro. Es un mecanismo de seguridad para temer a aquello que nos amenaza, proteger nuestra salud física y psicológica. Activa nuestro instinto de supervivencia. Entra en juego el cortisol concentrando la sangre en las extremidades para huir y defendernos. Las pupilas se dilatan permitiéndonos focalizar mejor la amenaza.
ASCO. Rechazo cuando algo nos parece repulsivo para el gusto u olfato (literal o metafóricamente). De hecho, el gesto es como si expulsáramos por la boca un alimento tóxico. Otro gesto típico es fruncir la nariz, evitando un olor nauseabundo. Su función principal es potenciar hábitos saludables e higiénicos. Pero el asco no se limita a lo desagradable, sino también aparece en la vida cotidiana. Se presenta como incomodidad ante comportamientos inmorales, ideas ofensivas y para no infringir las normas sociales y morales.
IRA. Se da bajo un estado de amenaza física o mental ante situaciones desafiantes, injustas o amenazantes. Buscamos enfrentarnos y defendernos de la fuente de amenaza, urge la acción. Sirve para poner límites cuando consideramos que los han traspasado comprometiendo nuestra integridad física, autoimagen o la propia estima. Nos aporta energía para movilizarnos para el cambio y para comunicar que no estamos conformes o satisfechos.
SORPRESA. Causada por algo imprevisto, novedoso o extraño. Emoción muy breve, fugaz y neutra que da paso a posteriores emociones (miedo, alegría, tristeza, amor…). Nos paraliza momentáneamente, ayudando a analizar lo que está sucediendo a través de la observación y la escucha.
AMOR. Principal fuente de sentimientos agradables e intensos. Sus efectos incluyen todo el cuerpo creando un estado de tranquilidad, calma, satisfacción y relajación que facilita la convivencia. Este factor es clave para la supervivencia de la especie humana.
¿Cómo puedo empezar a trabajar con ellas?
Puede parecer obvio, pero identificarlas en nuestro día a día a veces no es sencillo. Necesitamos prestar atención y preguntarnos qué es lo que estamos sintiendo y qué función tiene esa emoción en ese momento para nuestro cuerpo y mente. Esto ayuda a comprendernos mejor, a tranquilizarnos y tratarnos con amabilidad.
- Al final del día, antes de irte a dormir, repasa los sucesos principales que ocurrieron.
- Escríbelos en una lista. Puedes hacerlo en tu agenda, cuaderno o incluso en tus “Notas” del móvil, organizándolo por días.
- Escribe al lado de cada suceso qué emoción predominaba en ese momento.
- Recuerda cuánto tiempo duró cada una de estas emociones y apúntalo.
- Al terminar la semana, revisa de nuevo la lista y analiza cuál emoción ha predominado, cuál es la que más has detectado.
Este ejercicio te ayudará a empezar a reconocerlas en el momento que las estés viviendo y poder etiquetar tu emoción.
Recuerda que es importante expresar tus emociones. Está bien sentir tristeza, miedo o ira, permítete sentirlo, siempre que exista un equilibrio. Hablar sobre tus emociones con tus seres queridos es beneficiosos para tu bienestar físico y mental.
Es importante contactar con un profesional si consideras que la emoción te sobrepasa, ellos te guiarán y apoyarán en tu proceso de desarrollo y crecimiento personal.
Entonces pregúntate, ¿qué has sentido hoy?
Texto: Tania. Estudiante de Psicología. Voluntaria en Inspiranza.
Imagen: Ana. Diseñadora Gráfica. Voluntaria en Inspiranza.