¿Quién no le tiene miedo al cambio? Yo siempre lo he tenido pero, en los últimos años, mi vida ha estado marcada por constantes transformaciones. Tres cambios radicales de ambiente en menos de cinco años. Para explicarlos debo empezar desde cero.
Desde que era pequeña siempre me ha apasionado la ciencia. Quería dedicar mi vida a ella y aportar mi granito de arena al mundo.
En segundo de bachillerato, tuve que tomar una decisión que en ese momento parecía crucial: elegir una carrera. Aunque había muchas opciones, biotecnología fue la que más me apasionó ya que era la combinación perfecta de todo lo que me gustaba de la ciencia. Aún recuerdo la emoción que sentí cuando recibí la noticia de que había sido aceptada en la universidad.
Empecé biotecnología en una ciudad cercana a la mía, justo en medio de la pandemia mundial. A pesar de las circunstancias, mi primer año fue emocionante. Estaba rodeada de temas apasionantes y sentía que estaba en el lugar correcto. Sin embargo, con el paso del tiempo, esa chispa empezó a desvanecerse. Me di cuenta de que, aunque la ciencia me interesaba, no era algo que me hiciera feliz todos los días. El entusiasmo que había sentido durante tanto tiempo se desvanecía y en su lugar mi cabeza se llenaba de miedos y preocupaciones.
Después de meses de reflexión y trabajo personal, con mucho miedo y dudas, tuve que aceptar que esa visión que había tenido desde pequeña no iba a hacerse realidad porque no era lo que me hacía realmente feliz. Fue entonces cuando encontré, tras una larga búsqueda, un doble grado que me devolvió la ilusión: Publicidad y Turismo. Nunca me había planteado estudiar estas disciplinas, pero al investigar sobre ellas, descubrí que ambas me resultaban interesantes. Este cambio de carrera iba acompañado por un cambio de ciudad, alejándome de mi familia y amigos, y enfrentándome a un cambio radical en mi vida.
La transición no fue fácil. Al principio, tenía la sensación de que estudiar una carrera de sociales me hacía menos válida, debido a todos los prejuicios que había formado sin querer en mi cabeza a lo largo de los años. Y, aunque la carrera me gustaba, esos pensamientos negativos persistieron durante el primer año. Sin embargo, poco a poco, me fui liberando de esos estigmas. Comencé a disfrutar realmente de lo que estudiaba, y empecé a buscar actividades que me hicieran feliz fuera del ámbito académico, como unirme a grupos de voluntariado, participar en proyectos creativos y explorar nuevas aficiones.
Después de tres años en mi nueva ciudad, rodeada de amigos y habiendo encontrado un segundo hogar, decidí dar otro paso importante en mi vida. Ahora estoy realizando un Erasmus en Noruega. Desde pequeña había soñado con vivir esta experiencia, y ahora que la estoy viviendo, me siento increíblemente agradecida de poder cumplir este sueño. Adaptarme a esta cultura tan diferente es desafiante, y al mismo tiempo muy enriquecedor, tanto en lo personal como en lo académico y laboral. Mi intención es aprovechar esta cultura tan diferente para aprender y participar en todas y cuantas actividades posibles.
A lo largo de todos estos cambios, he aprendido una lección crucial: no siempre sabemos desde el principio qué es lo que realmente nos gusta, y está bien ir probando diferentes caminos hasta encontrarlo. Ojalá hubiera sabido antes lo importante que es explorar, experimentar y no tener miedo de probar cosas nuevas. Es en esas experiencias es donde encontramos lo que realmente nos apasiona. Hacer actividades que nos gusten, involucrarnos en proyectos que nos motiven y permitirnos cambiar de rumbo cuando sea necesario son claves para descubrir nuestro verdadero camino.
Aquí, en este pequeño pueblo de Noruega, estoy viviendo una experiencia que jamás habría imaginado si no me hubiera permitido cambiar. Estudio algo que me apasiona desde una perspectiva nueva, colaboro en el bar de la universidad, y realizo un voluntariado en Inspiranza, donde intento ayudar a otros jóvenes que, como yo, alguna vez sintieron miedo al futuro.
Es normal tener miedo al cambio, pero es a través de esos miedos como descubrimos lo que realmente nos hace felices. Así que, si no sabes exactamente qué es lo que te gusta, ¡no te preocupes! Es bueno ir probando, explorar y abrirte a nuevas experiencias. Al final, cada paso que des te llevará un poco más cerca de descubrir quién eres y qué es lo que realmente quieres hacer.
Texto: Aitana. Estudiante de Publicidad y Turismo. Voluntaria en Inspiranza.
Imagen: Emma. Diseñadora gráfica. Voluntaria en Inspiranza.