“Nuestra mente y nuestro cuerpo no distinguen entre una amenaza real y una imaginaria, pues, ante ambas situaciones, reaccionan de la misma manera”.
Pongámonos en contexto: Imagina que tienes que hacer una exposición sobre algún trabajo en público en tan solo unos minutos. Mientras se acerca el momento empiezas a notar cómo te sudan las manos, aprecias cómo un calor repentino envuelve todo tu cuerpo y sube hacia tu cara, te sonrojas, sientes un nudo en la garganta, percibes el latido de tu corazón bombeando, parece que se te va a salir del pecho e incluso, notas cierta dificultad para respirar. Tu nivel de tranquilidad se ha visto alterado ante estas circunstancias y tienes la sensación de que se escapa de tu control. Lo que está ocurriendo es que tu cuerpo está liberando lo que se conoce comúnmente como la hormona del estrés. En términos científicos: el cortisol.
El cortisol (o la hormona del estrés) es una hormona vital. Cumple con funciones que no nos pueden aportar otras hormonas; por ello, es más valiosa de lo que nos podemos imaginar. Pero bien, empecemos nuestro camino por el principio.
¿Qué es una hormona?
- Una hormona es una sustancia química que se secreta en nuestra sangre y su función consiste principalmente en informar a otras células para que realicen una determinada tarea.
- Las hormonas intervienen en una gran cantidad de procesos tales como: el crecimiento, la regulación sexual, la ingesta y el estado de ánimo, entre otros.
- A pesar de que antiguamente se creía que el proceso hormonal ocurría sin ningún tipo de orden o dirección, hoy sabemos que el proceso está perfectamente regulado por nuestro sistema nervioso.
- Nuestro cerebro cumple un papel clave. Una estructura del tamaño de un garbanzo denominada: “Hipotálamo” se encarga de enviar “instrucciones” u “órdenes” hacia el resto de nuestros órganos.
- Cada órgano contiene células especializadas. Estas reciben directamente una especie de carta instructiva y liberan una cierta cantidad de hormonas en sangre, necesarias para ese momento.
- El proceso ocurre de manera cíclica. Las sustancias liberadas por las diferentes estructuras se retroalimentan unas con otras.
¿Cuál es el proceso hormonal del cortisol?
Ahora que tenemos un croquis del proceso hormonal en nuestra cabeza, prosigamos. Cuando la amígdala, estructura encargada de las emociones, detecta una amenaza, sea real o no, se lo comunica al hipotálamo (en el cerebro) y este manda instrucciones hacia las glándulas suprarrenales (dos pequeñas glándulas ubicadas encima de los riñones) las cuales se encargan de secretar cortisol. Estas instrucciones se envían ante situaciones de estrés, ya que es esencial para que nuestro cuerpo active todas las alamas y podamos defendernos ante cualquier adversidad (recordemos que puede ser emocional o física, real o no).
¿Qué efectos tiene el cortisol en nuestro cuerpo?
Ante el peligro, el cortisol es imprescindible. Sin éste, no seríamos capaces de activar la respuesta “lucha o huida” y no podríamos defendernos de las amenazas externas. Pongamos un ejemplo: imagina que vas andando solo por la noche atravesando una calle oscura, sin luces, sin ninguna persona o coche transitando por el lugar, y de repente percibes unos pasos que se aproximan a una velocidad rápida hacia ti. En este momento, tu cerebro enviará órdenes en cuestión de milisegundos frente una amenaza percibida que te prepara para actuar:
- Libera directamente azúcar en la sangre para proporcionar energía.
- Aumenta tu estado de alerta y ayuda a tomar decisiones rápidas y precisas. Tus sentidos están completamente activados para percibir cualquier cambio en el entorno.
- El aumento del ritmo cardiaco ayuda a bombear sangre, oxígeno y nutrientes a los músculos y órganos esenciales para responder ante la situación amenazadora. Es por esta razón por la que perdemos el apetito (no es esencial ante el peligro inminente).
- Desactiva el sistema inmune para que no se gaste energía en cualquier otro proceso que no sea proporcionar energía para activar la respuesta.
- Reduce la captación de energía hacia cualquier tejido no esencial que no sea el cerebro y órganos vitales.
Nuestra mente y cuerpo son sabios. Nos proporcionan los recursos necesarios para cada situación. El cortisol se encuentra presente en otros momentos de nuestro día: tiene su propio ciclo circadiano. Por ejemplo, mientras dormimos es bajita para poder conciliar el sueño (y secretar melatonina), y cuando nos acabamos de despertar, tenemos el pico más alto de cortisol necesario para activar nuestro cuerpo y empezar a movernos.
Entonces, ¿el cortisol es bueno o malo?
El cortisol resulta bueno, efectivo y necesario para momentos determinados. Sin embargo, si la preocupación es persistente, teniendo la sensación de peligro o estrés prolongado, esta sustancia pasa a intoxicar al cuerpo, provocando reacciones perjudiciales. De ahí la importancia de aprender a regularlo, pues su presencia no es mala, pero sí lo será si esta es frecuente y constante. De hecho, es importante recalcar que su baja presencia también es perjudicial.
El cortisol puede favorecer la aparición de diabetes, osteoporosis, afecta al sistema inmune provocando inflamación a largo plazo e inhibiéndolo (efecto inmunosupresor), así como al nivel hormonal (altera el ciclo hormonal de la mujer, los estrógenos, la calidad del semen; el sistema de crecimiento, el sistema tiroideo…). Observamos otros efectos: caída del pelo, aparición de canas, temblor ocular, sequedad en la piel, sensación de ahogo, taquicardia, problemas gastrointestinales (afecta a nuestra microbiota), migrañas, dolores musculares, entre otros.
A modo recapitulación: No existen hormonas “malas” ni “buenas” per se. Todo debe encontrarse en su justa medida y equilibrio para obtener el mayor beneficio de ellas. Además, es esencial tener en cuenta el contexto en el que nos encontremos.
Por esta razón, ahora que ya conoces qué es el cortisol y cómo funciona, en un próximo artículo podremos adentrarnos y desvelar los secretos y estrategias para que puedas ponerlas en práctica cada día y mantenerlo bajo control. ¡No te lo pierdas!
Texto: Tania. Estudiante de Psicología. Voluntaria en Inspiranza.
Imagen: Ana. Diseñadora gráfica. Voluntaria en Inspiranza.